
Los lobos solían merodear por los alrededores de la campiña y de estos cerros y fue justo en lo alto de una herriza cercana entre acebuches salvajes y rodeada un manto de lechines dónde se vió por última vez la figura lejana de una loba. De ahí que aquella herriza fuera conocida y bautizada generación tras generación como “Herriza de la Lobilla”. Nuestros olivos centenarios han sido testigos de muchas leyendas desde tiempos inmemoriales, cuentan historias de romanos, de conquistas, de lobos y de hombres, todas ellas vividas desde un lugar privilegiado, viendo el pasar del tiempo.
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